Durante casi dos mil años, hasta el descubrimiento de la insulina en 1921, la diabetes era una enfermedad mortal.
Arateus (138-81 a.C.) decía:
«Así me parece que la enfermedad recibió el nombre de “diabetes” de la palabra griega que significa sifón, debido a que el líquido no permanece en el organismo sino que lo utiliza como una escalera mediante la cual abandona el cuerpo humano».
Nuestros antepasados deben de haberse sorprendido ante esta extraña escalera, que permitía a los líquidos abandonar organismos, abocando al paciente a una sed inaplacable y a la emancipación.
La diabetes es una enfermedad «relativamente » frecuente, muy fácil
de diagnosticar pero, a veces, bastante difícil de controlar. Todos hemos
oído hablar de ella, y casi todos conocemos a alguien que la padece, familiar o amigo.
¿QUÉ ES LA DIABETES?
La diabetes es definida como un desorden en el metabolismo de los hidratos de carbono, grasas y proteínas causado por una deficiencia de insulina, que puede ser absoluta o relativa.
Por su parte, la insulina es una hormona secretada en las células beta del páncreas, cuya producción permite controlar la glucemia (niveles de glucosa en sangre). La deficiencia de insulina ocasiona un deterioro en la capacidad de los tejidos para utilizar los nutrientes, lo que se traduce en un aumento de glucosa en sangre (hiperglucemia).
En condiciones normales, cuando la glucosa excede de 110 mg/dl se secreta
insulina y la glucemia baja a su valor normal (80-110 mg/dl).
Cuando la glucemia disminuye por debajo de 60 mg/dl se inhiben la secreción y síntesis normales de insulina, lo que limita la utilización de glucosa por los tejidos y permite que la glucemia aumente al rango fisiológico normal.
El organismo obtiene su energía en forma de carbohidratos, grasas y proteínas a través de la dieta. Esto proporciona combustible para 4-8 horas de metabolismo celular.
Después de este período el organismo se nutrirá de la glucosa producida por el hígado, principalmente, pero todo ello controlado por la mayor o menor producción de insulina por las células pancreáticas.
TIPOS DE DIABETES
La diabetes es clasificada de acuerdo con la enfermedad en los seres humanos, es decir, como tipo I y tipo II.
La tipo I se caracteriza por la destrucción de células beta, lo que determina la pérdida progresiva
y al final completa de la secreción de insulina. Los perros que sufren la diabetes mellitus de tipo I pueden tener un comienzo repentino de síntomas debido a la pérdida rápida de la capacidad de producir insulina.
Estos casos requieren insulinización desde el momento del diagnóstico
y son denominados diabéticos insulinodependientes (DMID).
Otros perros pueden tener una pérdida gradual de la secreción de insulina, ya que sus células beta serán destruidas con lentitud. Estos animales pueden tener un período inicial en el que la hiperglucemia sea leve o de fácil control, en cuyo caso se trata de diabéticos
insulinoindependientes (DMIID), aunque a largo plazo estos perros también la necesitarán.
La diabetes mellitus tipo II es un poco más difícil de entender y se caracteriza por lo que llamamos «resistencia a la insulina» y por células beta «disfuncionales». La secreción de insulina por parte de estas células será alta, baja o normal, pero insuficiente para superar la resistencia a la misma en los tejidos periféricos.
Es, por explicarlo de otro modo, como si los tejidos no obedecieran a las órdenes de la insulina o no fueran capaces de hacer lo que se les manda.
En cuanto al metabolismo o síntesis de glucosa, estos perros pueden tener
DMID o DMIID, es decir, necesitar o no insulina según la magnitud de la insulinorresistencia y del estado funcional de las células beta en cuanto a su capacidad de producir y secretar la hormona en cantidades bajas, normales o altas.
En los perros también se reconoce una diabetes secundaria, producida
por una intolerancia a los carbohidratos (glucosa) debido a la presencia de
una enfermedad o a un tratamiento farmacológico que antagoniza o contrarresta los efectos de la insulina y que puede conducir al agotamiento de las células beta del páncreas con la aparición de una diabetes insulinodependiente.
Causas de la aparición de este problema son el síndrome de Cushing
(exceso de cortisol) , la gestación (exceso de progesterona), el uso de glucocorticoides para tratar determinadas enfermedades, así como la administración de acetato de megestrol o de medroxiprogesterona para inhibir el celo.
La presentación de diabetes durante la gestación implica una situación delicada, ya que la administración de insulina para controlarla puede provocar un aumento del tamaño fetal y, por tanto, un parto distócico.
Por otra parte, algunas perras pueden presentar diabetes secundaria durante un diestro prolongado, debido a la producción de progesterona por un quiste ovárico luteinizado. Dado que estas perras pueden desarrollar a la larga una DMID se recomienda su esterilización en cuanto sea posible.
TRATAMIENTO
Que el tratamiento sea el adecuado dependerá de cómo interpretemos los
signos clínicos, los valores de glucosa en orina y las determinaciones periódicas de glucosa en sangre.
La reaparición de síntomas una vez instaurada la terapia en un diabético previamente bien controlado indicarán la necesidad de mejorar el control. El comportamiento de la glucosa medida en la orina por vosotros también podrá indicarnos el inicio de la desregulación.
Evidentemente, la finalidad del tratamiento es eliminar los síntomas observados o minimizarlos limitando las fluctuaciones de glucosa. Esto lo conseguiremos con la administración de la insulina apropiada, dieta, ejercicio, la prevención y control de trastornos inflamatorios, infecciosos, neoplásicos y endocrinos.
Los buenos resultados dependerán del número de células beta funcionales que queden en el páncreas y de la variación individual de la respuesta al tratamiento.
La pérdida de peso en presencia de un buen apetito a menudo es signo de que la glucemia no se controla adecuadamente, aunque a veces la dieta baja en grasas puede ser la apropiada para el perro diabético.
Las infecciones recurrentes en piel, vías urinarias o vías respiratorias también pueden ser indicadoras de que la hiperglucemia persiste.
El ejercicio es muy importante, debe realizarse todos los días a la misma hora.
Una excepción serían los perros de caza, a los que debemos disminuir la
dosis de insulina en los días en que hagan un mayor esfuerzo. La cantidad a reducir es difícil de determinar, pero recomendamos un 50 por ciento al principio y hacer ajustes según los síntomas y las eventuales hipoglucemias.
Los signos de esta complicación deben ser identificados rápidamente por el cazador o guía y tener siempre a mano fuentes de glucosa.
La insulinoterapia es el aspecto más importante del tratamiento de la diabetes mellitus. Desde su descubrimiento en 1921 se han desarrollado varios tipos de formulaciones, las hay de acción corta (regular), intermedia (lenta, NPH) o prolongada (ultralenta), así como mezclas de las anteriores en función de la prontitud, duración e intensidad del efecto después de su administración por vía subcutánea.
También existen diferentes presentaciones en función de la especie animal de las que se obtiene. Así, tenemos la bovina, la porcina y la obtenida por ingeniería genética, llamada recombinante humana.
En perros podemos utilizar esta última, aunque existe en el mercado una de uso veterinario, de origen porcino, llamada caninsulín, que hemos usado con excelentes resultados. Otros veterinarios recomiendan el uso de las porcinas y bovinas en sus presentaciones NPH y lentas.
La experiencia de cada uno será la que determine cuál es la más adecuada
para cada caso.
El tratamiento se suele iniciar con una inyección al día en dosis de 0,5 UI/kg, pero normalmente serán necesarias dos inyecciones diarias y llegar hasta 1 UI/kg para conseguir un adecuado control del proceso. Los reajustes de dosis debemos hacerlos a razón de 0,53 UI por animal cada cinco días en caso de ser necesarios.
En veterinaria, la insulina puede administrarse antes de las comidas a animales diabéticos que habitualmente tengan un buen apetito. Sin embargo, nos encontramos, a veces, con perros que manifiestan un apetito selectivo, en cuyo caso es mejor pincharles en el momento
de la comida.
Si no ingiere alimento puede reducirse la dosis a la mitad o no administrarse y llevar al perro al veterinario para determinar la causa de la anorexia.
El control de la glucemia puede tardar un mes en lograrse y se habrá conseguido cuando se resuelvan los signos clínicos, el perro se encuentre saludable, su peso corporal sea estable, vosotros estéis satisfechos y, si es posible, la glucemia varíe entre 100 y 250 mg/dl durante el día.
Vuestra opinión en cuanto a la ingestión de agua, diuresis, apetito y peso corporal es de gran importancia.
Una vez conseguido un buen valor de glucosa en sangre, haremos controles cada tres o cuatro meses, cuyos resultados no permitirán ajustar la terapia con insulina.
Los ajustes en la dosificación serán frecuentes, por lo que es importante establecer un rango de dosificaciones «seguras».
La vigilancia ocasional de la orina para buscar glucosuria o cetonuria pueden proporcionar información útil.
El sitio adecuado para administrar las inyecciones son los laterales del tórax y del abdomen. La parte posterior del cuello tiene el inconveniente de la falta de irrigación y la fibrosis que inducen las inyecciones repetidas.
TRATAMIENTO NUTRICIONAL
El tratamiento nutricional está encaminado a suministrar los nutrientes adecuados para lograr y mantener una condición física y un peso corporal ideal, y crear las condiciones óptimas para un control satisfactorio de la glucemia y para prevenir o corregir enfermedades concurrentes o complicaciones de la enfermedad.
Las ingestas deben ser consistentes, con un horario de comidas coordinado con los efectos fisiológicos de la insulina administrada.
Debéis suministrar una mezcla de alimentos enlatados y secos, evitando los blandos y húmedos debido a los efectos hiperglucemiantes de determinados elementos presentes en ellos.
Las dietas que contienen cantidades aumentadas de fibra ayudan a favorecer la pérdida de peso, hacen más lenta la absorción de glucosa desde el tubo digestivo y aumentan así las posibilidades de control de la hiperglucemia.
Si vuestro perro es obeso, el adelgazamiento debe ser gradual a lo largo de varios meses.
Los requerimientos de insulina irán disminuyendo a medida que el perro pierde peso y debe ser tenido en cuenta para realizar los ajustes necesarios.
Lo contrario ocurrirá si el perro estaba delgado al iniciar el tratamiento y se produce una ganancia de peso.
El horario de comidas es muy importante, ya que en los diabéticos la secreción de insulina es insuficiente o nula, por lo que la ingesta debe coordinarse con los efectos fisiológicos de la insulina inyectada.
Se deben dividir las comidas, intentando que vuestro perro las ingiera lentamente. Si recibe una sola inyección al día, deberá comer tres veces, y si recibe dos, deberá hacerlo cuatro. Como a efectos prácticos la mayoría de vosotros tendréis problemas para cumplir este horario, normalmente será suficiente hacer coincidir las comidas con las inyecciones de insulina, si es que el perro recibe dos administraciones diarias.
Si sólo le aplicáis una inyección, se le dará una comida en ese momento y otra ocho o diez horas después.
Si nos encontramos con un perro con diversas patologías, la dieta a suministrar debe ser la adecuada para la enfermedad más grave de las que tenga, la que realmente tiene más posibilidades de acabar con su vida. Así, una dieta para insuficiencia renal crónica, insuficiencia cardíaca o pancreatitis es más importante que la empleada para la diabetes, ya que la hiperglucemia puede ser controlada con la insulina.
Esto no significa que el perro pueda comer lo que quiera, porque la insulina no es la panacea. Si por suerte su único problema es la diabetes, lo ideal es que le suministréis una dieta adecuada y la insulina. Vivirá mucho más, os lo aseguro.
Dr. José Enrique Zaldívar Laguía.
Dra. Lina Sáez de Antoni.
Clínica Veterinaria Colores.
Paseo Santa María de la Cabeza 68 A.
Madrid-28045.