Es normal que ante la llegada de un recién nacido a casa nos preguntemos cómo va a reaccionar nuestro gato. Sabemos que los felinos son muy sensibles a los cambios y la llegada de un nuevo miembro a la familia le va a afectar.
Una convivencia en armonía, ya sea con otros gatos, con perros o con un bebé recién llegado, empieza con la preparación del encuentro y después con unas pautas a seguir sencillas pero muy importantes.
Para que gato y bebé empiecen con buen pie su convivencia, estos son algunos consejos a tener en cuenta:
Realizar los preparativos con antelación: deberíamos hacerlos durante la última fase del embarazo y no después del nacimiento, para que nuestro gato no se encuentre de repente con la novedad. Acomodar una habitación para el bebé, marcándole desde un principio las normas para que sepa que ese es territorio de otro, y redistribuir los muebles para que el nuevo escenario quede definido lo antes posible.
Dentro de estos preparativos, es cien por cien recomendable poner Feliway difusor unas semanas antes de que el bebé llegue a casa. Ayudará mucho a que el ambiente sea más tranquilo y nuestro gato esté relajado.
Actuar con calma: los gatos son tremendamente sensibles a nuestras emociones, sensaciones y reacciones, con lo cual, un periodo de estrés por nuestra parte podría tener un efecto de contagio y generar estrés también en él. Asociar la llegada del bebé con una sensación estresante no es comenzar de la mejor manera.
Presentar el niño al gato de forma gradual: nunca de manera forzada, impactante o improvisada. El gato debe oler al niño (siempre con nuestra extrema vigilancia), jugar un poco con él, con una distancia “de seguridad” sobre todo al principio, y debe reconocerle como un aliado no como un competidor por el territorio, los mimos o la comida.
Demostrarle cariño como de costumbre: sin cambios, ni por exceso ni por defecto. Por ejemplo si el padre coge al niño, la madre le hace mimos al gato o viceversa. Así evitamos cualquier sensación de “competencia”.
Vigilar a ambos en todo momento: el bebé y el gato siempre dentro de nuestro campo de visión. Los bebés son por naturaleza curiosos y traviesos, y no tienen miedo. Juegan con todo y un gato es un juguete en potencia para ellos, pero al gato le gusta jugar, no ser un juguete, podría asustarse o incluso sentirse atacado reaccionando de manera que el pequeño también se asuste y de pronto todos estemos estresados…
Conseguir que el gato relacione la presencia del niño con cosas positivas: todo se aprende mejor cuando relacionamos el aprendizaje con cosas buenas. Es fundamental y es aplicable tanto al gato como al bebé. Los dos aprenden de su convivencia y si los dos lo asocian con cosas buenas siempre se llevarán bien. No estaría de más que premiemos el buen comportamiento de nuestro gato con algún regalito extra, una golosina, una chuchería… porque eso reforzará la asociación de cosas buenas.
Es recomendable tener especial cuidado con la cuna o el cochecito, intentando que el gato lo relacione con lugares que no son para él, que es territorio del bebé. Llevarle al gato alguna prenda del bebé para que la identifique y que la asocie con la cuna es una buena manera de decirle que la “propiedad” de ese espacio es del bebé.

Gato y bebé pueden convivir y compartir espacio perfectamente. De hecho, hay muchos expertos que afirman que el crecimiento de un niño al lado de un gato tiene muchas connotaciones, vivencias y experiencias recomendables y positivas.