ENFERMEDADES HEPÁTICAS

El hígado es un órgano que desempeña un papel fundamental en numerosos procesos metabólicos, relacionados con los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas. Por tanto, cualquier alteración que se produzca en él, quedará reflejado en una deficiencia o en una incapacidad para desarrollar dichas funciones con normalidad. Sin embargo, el hígado tiene una gran capacidad de reserva, por lo que la aparición de signos relativamente específicos de enfermedad hepática, se van a presentar en etapas avanzadas de progresión de la enfermedad.

Síntomas

Los síntomas que va a presentar un perro cuyo hígado está enfermo, van a ser muy variados, y van a afectar principalmente al aparato digestivo, al sistema nervioso, y al riñón.

  • Los síntomas gastrointestinales se traducen en vómitos por presencia de úlceras gastroduodenales, diarrea por la coexistencia de enfermedad inflamatoria intestinal, heces acólicas por obstrucción de los conductos biliares, y melena por úlceras y alteraciones de la coagulación.
  • Si el sistema nervioso se ve afectado, podremos observar cambios de comportamiento, debilidad, anorexia, letargia, desorientación, irritabilidad, agresividad, y convulsiones.
  • Cuando se presente afección renal, veremos que el perro bebe más agua (polidipsia) y que orina más (poliuria). Nos podemos encontrar además con polaquiuria (emisión anormalmente frecuente del orina en pequeñas cantidades), estranguria (micción lenta y dolorosa), y presencia de bilirrubina en la orina.
  • No será raro encontrar palidez de mucosas por anemia, provocada por pérdida de sangre debido a fallos en la coagulación o a hemorragia digestiva.
  • En algunas ocasiones, los perros afectados de enfermedad hepática presentan un extraño síndrome dermatológico denominado dermatitis necrotizante superficial, que se caracteriza por la aparición de úlceras y costras en la cara y parte inferior de las extremidades. Es lo que se conoce con el nombre de síndrome hepatocutáneo.
  • En ocasiones las mucosas se presentarán de color amarillo (ictericia), y observaremos el abdomen de nuestro perro hinchado, lo que significará que hay líquido en la cavidad abdominal (ascitis).
Existen varias enfermedades hepatobiliares que tienen predisposición por ciertas razas. Por ejemplo las anomalías vasculares (AVPS) son más frecuentes en los perros de raza pura como el maltés, el Cairn Terrier, schnauzer miniatura, Yorkshire, dachshunds, Labrador retriever, y golden retriever. En algunos West Higland, dálmatas y skye terrier aparece una hepatopatía asociada al cobre. Otras razas como el doberman, los cocker spaniel tanto americanos como ingleses, los caniches, y los Labrador retriever pueden sufrir una enfermedad hepatobiliar inflamatoria crónica de causa desconocida. La amiloidosis hepática se produce en los Shar Pei chinos.
En muchas ocasiones, los problemas hepáticos se relacionan con la ingestión reciente de una sustancia hepatotóxica conocida o el tratamiento con fármacos potencialmente hepatotóxicos.
La falta de crecimiento o la intolerancia a los medicamentos o a la anestesia en un perro joven nos hará pensar en una anomalía vascular portosistémica congénita.
Una «curiosa» enfermedad con la que nos encontramos los veterinarios es la que se conoce con el nombre de Encefalopátia hepática (EH): se trata de una enfermedad neurológica que se asocia a la incapacidad del hígado para eliminar o desintoxicar una serie de toxinas que se producen de manera natural en el intestino. Los perros que la padecen, presentarán signos de enfermedad cerebral difusa. Se puede presentar asociada a la AVPS, pero también se puede presentar en los casos de insuficiencia hepática aguda fulminante. Es importante saber que los síntomas neurológicos pueden también ser debidos a hipoglucemias (bajos niveles de glucosa en sangre) que se suele presentar en la insuficiencia hepática aguda grave. El edema cerebral, que no es infrecuente encontrarnos en la enfermedad hepática citada, también puede provocar estos síntomas e irá acompañada de estupor y coma.
Ya hemos nombrado antes lo que se conoce como ascitis, que es la acumulación de líquido abdominal y que es bastante frecuente cuando los problemas hepáticos se hacen crónicos, como por ejemplo en los casos de cirrosis.
La poliuria y la polidipsia suele ser un signo bastante precoz en los perros afectados por alteraciones hepáticas crónicas.
En ocasiones, los perros con enfermedad hepatobiliar también pueden tener signos que se relacionan con la presencia en la vejiga de cálculos de biurato de amonio, en cuyo caso observaremos dificultades en la micción, como estranguria, polaquiuria o hematuria. La aparición de estos cálculos se debe a un aumento de amoniaco en sangre, y a una disminución del procesamiento hepático del ácido úrico.
El hallazgo físico más significativo que nos debe hacer pensar en una enfermedad hepatobiliar es la ictericia, una coloración amarilla de las mucosas que se asocia a la acumulación de bilirrubina.
La dilatación abdominal debida a ascitis o al aumento del tamaño del hígado, y un mal estado orgánico general pueden ser otros hallazgos que nos hagan sospechar de enfermedad hepática.
Los análisis de sangre resultan sumamente útiles para el diagnóstico de estas enfermedades. La evaluación de lo se conoce como transaminasas (enzimas del hígado), ALT, AST, FA (ALKP) y GGT, es lo que utilizamos habitualmente para saber si el hígado está funcionando de forma adecuada. La elevación de todos, o de alguno de estos valores, nos hará sospechar de que el hígado se encuentra enfermo. Aún así, debéis saber que son muchas las enfermedades no especificamente hepáticas que pueden repercutir en la elevación de estos parámetros.
Esto es fácil de entender teniendo en cuenta la importante función de este órgano en el metabolismo y su elevado flujo sanguíneo. Son muchas las enfermedades que afectan a otros órganos, glándulas, o sistemas orgánicos, que provocarán la elevación de las transaminasas, pero en las que puede no existir una enfermedad hepática.
Dado que en el hígado se sintetizan muchos de los factores que están implicados en la coagulación de la sangre, será importante que en los perros que sospechamos afectados por un problema hepático, se proceda a efectuar un estudio de la coagulación. Esto será sumamente importante si el perro va a ser sometido a una técnica diagnóstica invasiva como puede ser una biopsia. Os podemos decir que las anomalías en la coagulación son bastante frecuentes en los perros afectados de un problema hepático, aunque las hemorragias espontáneas no son habituales. Muchos perros cuyo hígado no funciona adecuadamente pueden presentar carencias de vitamina K, y tienen un recuento de plaquetas bajo.
El hígado es responsable de la desintoxicación del amoniaco que se produce en el aparato digestivo. Cuando esta función de gran importancia fracasa, el amoniaco aumentará en la sangre de vuestros perros. Un dato de tanta importancia, nos debe hacer pensar que es necesaria la determinación del amoniaco en sangre. Por desgracia no es tan fácil, ya que desde que se extrae la sangre, debe transcurrir muy poco tiempo (1 hora) hasta que el laboratorio haga el análisis, y esto casi nunca es posible.
La determinación de los ácidos biliares es una de las pruebas más específicas para saber si hay o no una enfermedad hepática. Se hace una primera determinación con 12 horas de ayunas previas, se da de comer al perro, y se obtiene otra muestra de sangre a las 2 horas. Aún así, dicha prueba debe ser interpretada de forma adecuada, ya que se dan casos en que los valores obtenidos determinarían que hay un problema de hígado cuando realmente no es así. El otro gran problema que presenta esta prueba es que en muchos casos el perro no quiere comer con lo que la segunda determinación es imposible de realizar.
El análisis de orina se nos antoja importante cuando estamos valorando la función hepática, ya que, entre el 40 y el 74% de los perros con AVPS tienen cristales de biurato de amonio, a los que ya hemos hecho mención anteriormente.
La anemia suele estar presente en los perros con enfermedad hepatobiliar.

Diagnóstico

Por medio de los síntomas y de los análisis realizados, podremos llegar en muchas ocasiones a diagnosticar una enfermedad hepática, pero será sumamente difícil ponerle nombre. Tampoco será fácil saber si se trata de un proceso agudo o de un proceso crónico. Es por esto que cada vez se realiza con más frecuencia la biopsia del órgano. No somos partidarios de introducir esta técnica como cosa rutinaria, sino que en nuestra opinión, debe ser reservada para aquellos casos en que los tratamientos instaurados no mejoren al perro.
Decir que ante un animal que es tratado adecuadamente, pero en el que no conseguimos normalizar las transaminasas, que presenta ascitis, que tiene presencia de bilirrubina en el suero, y que no conseguimos que desaparezcan los síntomas, deberá ser realizada. Es imprescindible que sepáis que dicha técnica no está exenta de riesgos, dados los problemas de coagulación que en ocasiones presentan estos perros. A veces se hace necesario preparar al animal antes de proceder a la obtención de tejido hepático aportando plasma fresco y vitamina K. En la mayoría de las ocasiones, la biopsia se hará a través de ecografía.
Las radiografías pueden utilizarse para evaluar los cambios de tamaño y la opacidad del hígado. Las radiografías de contraste del sistema venoso se usan para detectar problemas de circulación a nivel de las arterias y venas hepáticas. Son técnicas sumamente complejas que deben ser realizadas por veterinarios muy expertos.
La ecografía es una técnica diagnóstica de mucha utilidad para el estudio del hígado, ya que nos permite ver su estructura, tamaño (subjetivo), ver el sistema biliar, y sobre todo saber si estamos ante una enfermedad localizada o difusa.
En la mayoría de los casos no se conoce la causa de la hepatitis. Los virus pueden ser la causa al igual que en otras especies.
La mayoría de los casos de HEPATITIS AGUDA, se recuperan espontáneamente y sólo necesitan cuidados de apoyo: antieméticos en caso de vómitos intensos y sueroterapia en caso de deshidratación. Podemos decir que en los perros la hepatitis aguda casi nunca está provocada por bacterias, por lo que el uso de antibióticos no está justificado. Es importante tener también presente que en algunas ocasiones la forma aguda puede progresar a crónica. Normalmente la recuperación tiene lugar en tres semanas.
Si esto no ocurre, el uso de corticoesteroides podrá evitar que avance hacía una fibrosis o cirrosis.
Un par de intoxicaciones relativamente frecuentes pueden desencadenar una hepatitis mortal. Me refiero a los casos de toxicidad por el paracetamol y por las tóxinas de determinados hongos (faloidina). Ambas tienen tratamientos muy específicos que pueden salvar la vida de los perros afectados, pero deben ser instaurados con suma rapidez, cosa que no siempre es posible.
La leptospirosis es una enfermedad aguda, que afecta principalmente a los riñones, aunque también provoca una hepatitis. Todos los perros que presenten ictericia y que presenten una insuficiencia renal deberán ser tratados con los antibióticos específicos contra la leptospira. La rapidez en el suministro de estos fármacos puede salvar la vida del perro.
La HEPATITIS CRÓNICA (HC) de causa desconocida (idiopática) se da con relativa frecuencia en el perro. En estos casos el único tratamiento contrastado y que puede ser útil es el uso de corticoesteroides. Dado que estos fármacos provocan la elevación de las transaminasas, no podremos hacer uso de una determinación de estas enzimas para saber si la enfermedad está controlada o no.
La única manera de saberlo será haciendo una biopsia. Los tratamientos deben ser largos, y se prolongarán entre 6 y 12 semanas. En muchas ocasiones la hepatitis crónica progresa a fibrosis y cirrosis. Esta enfermedad parece que afecta más a perros entre 4 y 7 años, y parece que su incidencia se da tanto en hembras como en machos, aunque hay datos que indican que el raza doberman es más frecuente en las hembras, y en el cocker spaniel se da más en los machos.
Los signos clínicos de los perros con HC varían según la fase en que se hace el diagnóstico. Dado que es una enfermedad de desarrollo muy lento, no veremos síntomas hasta que esté relativamente avanzada. Los perros con insuficiencia hepática grave (por ejemplo con cirrosis) están letárgicos, deprimidos, anoréxicos. débiles, con vómitos y pérdida de peso, tienen polidipsia/poliuria, y ascitis. En ocasiones, las mucosas presentan color amarillo (ictericia), diarrea, convulsiones y fiebre.
Un dato importante que creemos importante que conozcáis, es que ante una HC, las transaminasas se encontrarán elevadas, pero si ésta evoluciona hacía una cirrosis, los valores de las enzimas hepáticas se normalizarán. La cirrosis puede ser el resultado de cualquier lesión grave o crónica del hígado.
Hasta aquí este superficial repaso a las enfermedades hepáticas que pueden desarrollar vuestros perros. Nos dejamos muchas cosas en el tintero.
Tan sólo recordar que dentro de los tratamientos que utilizamos para mejorar las funciones hepáticas de vuestros compañeros cuando éstas se encuentran alteradas, no debemos olvidarnos de las magníficas dietas que las más afamadas marcas de piensos ponen a disposición de nosotros, los veterinarios.
Dr. José Enrique Zaldívar Laguía- Col 1499
Dra. Lina Sáez de Antoni – Col 1498
Clínica veterinaria Colores
Madrid

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